Un pequeño murciélago salió con su mamá por primera vez a aprender a volar, lo estaba haciendo muy bien, pero de pronto.... un gran buho empezó a atacarles, su mamá se defendía heroicamente, pero él con el susto empezó a caer... a caer.... hasta que cayó en un acogedor nido, allí estaba a salvo, nadie le hacía ningún mal, amanecía y los primeros rayos del sol le molestaban a sus ojos, quería estar a oscuras y dormir hasta la noche, pero una mamá ( que no era la suya) le gritó un poco enfadada ! despierta!, ya es de día, !a levantarse!.
Les trajo el desayuno, unos gusanos que se movían y que a él le daban mucho asco porque él solo comía fruta, al principio no quiso comer, pero al cabo de un par de días, cerró los ojos y tragó aquella cosa, también empezó a salir con sus nuevos hermanos para aprender a volar y aunque el sol le molestaba en los ojos, empezó a abituarse poco a poco, ya se sentía como uno más, como un pajaro.
Un día, volaron muy lejos y al volver a casa, oscureció antes de lo que pensaban, no sabían volver, pero él descubrió que veía con mas claridad que a la luz del sol - que extraño- de pronto.... divisó unos amimales muy extraños, parecían pajaros pero no lo eran, volaban con mucha seguridad.
Uno de ellos se paró frente a él y le preguntó:
¿ Qué haces con estos pajaros?
soy uno de ellos.. contestó.
No, tú eres como nosotros, un murciélago y debes comportarte como tal.
Eso también nos puede suceder a nosotros, somos hijos de Dios, pero a veces nos perdemos y no sabemos volver a casa, nos acostumbramos poco a poco a vivir de distinta manera , cada vez nos cuesta menos, hasta que un día no llegamos a reconocernos, por eso no debemos olvidar munca lo que somos.
HIJOS DE DIOS.
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