viernes, 20 de enero de 2012

Experiencia

Me crié en un hogar al cual, muy a menudo, visitaban cobradores de cuentas morosas. Nunca supimos lo que era contar con una entrada fija.
Muchas veces mi tio Ernest tenía que pedir un adelanto de sueldo a su patrón, y traernos dinero para que pudiéramos comprar comida. Él trabajaba horas u dias extras para que tuviéramos suficiente comida. Años más tarde, cuando mis padres se divorciaron, no recibíamos ninguna clase de compensación, de modo que tuvimos que abastecernos con la ayuda de un gran hombre como mi tío Ernest. Ante tales circunstancias, es fácil comprender la ansiedad que yo sentía en aquel primer dia de trabajo. Tenía quince años, y recuerdo que iba a trabajar a un supermercado, con un miedo terrible de no pocer conservar el trabajo, de modo que me esforzaba y corría de arriba para abajo, cumpliendo con todo lo que se me pedía.
Antes de comenzar a trabajar, mi madre se sentó conmigo y me dijo que era mi obligación trabajar arduamente y todas las horas por las que se me pagaría; y créanme que los salarios de aquella época no eran gran cosa. De modo que, siguiendo su consejo, trabajé diligentemente.
Hacía poco tiempo que trabajaba en el supermercado, cuando un día oí que mi jefe le decía a uno de los administradores de otra tiensa: " No conozco a nadie que se compare con Vaughn en el trabajo". Nunca me voy a olvidar lo que ese comentario significó para mí, la seguridad que me dió y el orgullo que representó para mi madre. Recordé que alguien dijo una vez: " Los elogios no dicen lo que somos, sino lo que deberíamos ser" . Y entonces supe que, aun si tenía que caerme muerto trabajando, yo seguiría digno del concepto que mi jefe tenía de mí.
trataba de trabajar más rápido durante más tiempo, y hacer las cosas mejor que nadie. y con ese principio que mi madre me inculcó concerniente al trabajo, pude progresar muy rápidamente en la compañia.
Muchas mañanas, al llegar al trabajo, sentí la necesidad de comenzar mi día de labor con una oración. Entonces, me dirigía al fondo de la tienda, donde estaba el tablero de los interruptores de la luz, y antes de encenderlas me ponía de rodillas y ofrecía una oración en voz alta. Luego encendía las luces y comenzaba a trabajar con ahínco, ordenando y poniendo la mercaderia en los estantes.
Una mañana, después de ofrecer mi oración, ví que el gerente general salía del otro lado de la tienda. Él se había escondido en el último cuarto, desde donde podía observar a los que llegábamos temprano, y ver si robábamos comida y otros artículos que no eran alimenticios y que se vendían en el supermercado, tales como radios, navajas, llaves de tuerca, y otros que pudieran atraer a un joven. No pude menos que preguntarme cómo debe haberse sentido mientras esperaba sentado, para ver si yo cometía algún acto deshonesto y a cambio, oir la oración de un joven, dirigida a su Padre Celestial, pidiéndole que lo bendijera con la habilidad de trabajar arduamente, de ser diligente y de cumplir con todas las asignaciones del día. Que yo sepa, nunca volvió a controlarme.

                                  Vaughn J. Featherstone


jueves, 19 de enero de 2012

La Navidad es para el amor

La Navidad es para el amor. Es para el gozo, para dar y para compartir, para reir, para reunirse con la familia y los amigos, para decoraciones y paquetes adornados.
Pero sobre todo la Navidad es para el amor.
Yo no lo creía así hasta que una Navidad, un pequeño alumno, que parecía como un enanito de grandes ojos inocentes y suaves mejillas rosadas, me hizo un regalo maravilloso.
Marcos era un huerfanito de once años que vivía con su tia, una mujer amargada de mediana edad que estaba disgustada porque tenía que cuidar al hijo de su difunta hermana. Ella nunca dejaba de reprochar a Marcos que si no fuera por la generosidad de ella, él sería un vagabundo sin hogar. Pero a pesar de todos los regaños y la frialdad que encontraba en la casa Marcos era un niño dulce y tierno.
Yo no había notado particularmente a Marcoa hasta que comenzó a quedarse cada día en la clase después de su hora ( arriesgándose a provocar la ira de su tía, como descubrí luego) para ayudarme a adornar las cosas en el aula. Esto hacíamos callada y tranquilamente , sin hablar mucho pero disfrutando la quietud de esos momentos.
Si conversabamos Marcos hablaba de su madre. Aunque él era muy pequeño cuando ella murió, la recordaba como una mujer bondadosa, gentil y amorosa que siempre compartió con él mucho de su tiempo.
Al aproximarse la Navidad sin embargo, marcos no se quedaba ya en la escuela después de hora como antes. yo lo esperaba con inquietud pero al pasar los días y viendo que él continuaba escapandose despues de la clase, una tarde lo detuve y le pregunté por que no me ayudaba ya a limpiar el cuarto. Cuando le dije que lo echaba de menos, sus grandes ojos grises se iluminaron y me pregunto: " ¿ De veras que me echa de menos? " Yo entonces le aseguré que él había sido mi mejor ayudante.
" He estado preparando una sorpresa para usted" susurró condidencialmente " Es para la Navidad" Y al decir esto, como avergonzado, se alejó corriendo. A partir de aquel momento ya no volvió a quedarse después de clase.
finalmente llegó el último día de escuela antes de la Navidad Marcos entró lentamente en el aula trayendo algo escondido a sus espaldas.
" Tengo un regalo para usted" dijo tímidamente al mirarme  " Espero que le guste".
Extendió entonces sus manos y allí, en sus palmas diminutas, traía una cajita de madera.
"! Es hermosa Marcos! ¿ Hay algo en ella? " le pregunté, abriéndola para mirar adentro.
! Oh usted no podrá ver lo que hay en ella" respondió; y " tampoco podrá tocarlo, saborearlo o palparlo, pero mi mamá siempre decía que nos hace sentir bien constantemente... abrigados en las noches frías y protegidos cuando estamos solos".
Yo miré la cajita vacía " ¿ Qué es Marcos?" le pregunté cariñosamente " ¿ qué es lo que me hará sentir tan bien?".
" Es amor" respondió él con ternura " y mi madre siempre decía que es mucho mejor cuando lo damos a otros" Marcos entonces se dió vuelta en silencio y salió del cuarto.
Hoy en día conservo yo, sobre mi piano en la sala esa cajita hecha con toscos pedacitos de madera y simplemente sonrío cuando mis curiosos amigos se extrañan cada vez que les explico que contiene amor.
S, la Navidad es para la alegría, el regocijo y la música; para comidad y magníficos regalos.
Pero sobre todo.... la Navidad es para el AMOR.