sábado, 8 de octubre de 2011
Vivir lo que oramos
Al llegar la noche, me arrodillé a suplicar:
"Bendice a todos Señor, y da como Tu sabes dar;
el dolor del corazón afligido quita, y que el enfermo sane, Tu bondad permita.
Y al llegar de un nuevo día la alborada, mi camino seguí sin pensar en nadie ni en nada.
Y ni siquiera pensé que alguien necesitara que otro ser humano sus lágrimas enjugara.
Tampoco ayudar se me ocurrió , a algún hermano abrumado de dolor,
ni tuve ojos para ver que a mi vecino enfermo debí atender.
Y aún así, a la noche, añ orar, "bendice a todos, Señor" supe rogar.
Pero al hacerlo, a mis oídos llegó una voz que mi conciencia despertó.
"Hijo mío, antes de por el bien suplicar, ¿ a quién has tratado hoy tú de ayudar?.
Las bendiciones de Dios saben estar con los que aquí, a los demás de sí suelen dar"
Mi rostro extendí avergonzado,
"Perdóname, Dios, el egoísmo con que me he comportado. Dame otro día para practicar lo que yo me atreva a suplicar"
Liahona enero 1997
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