Hace algunos meses los misioneros de una remota isla del Pacífico del Sur fueron informados de que yo habría de visitarles durante dos o tres días.
A mi llegada, estaban aguardándome ansiosamente para compartir conmigo cierta literatura en contra de la Iglesia que había sido distribuida en la zona. Se encontraban molestos por las acusaciones y dispuestos a contraatacar.
Los misioneros se sentaron en el borde de sus sillas mientras yo leía las críticas y falsas declaraciones hechas por un ministro religioso, que aparentemente se había sentido amenazado por la presencia de nuestros jóvenes y por su éxito. Al leer el folleto que contenía las maliciosas y ridículas manifestaciones, y para sorpresa de mis jóvenes amigos, no pude menos de sonreir.
Cuando terminé, me preguntaron: "¿Qué haremos ahora? ¿Cómo podemos oponernos a tales mentiras? ". A lo que respondí: No haremos nada. No tenemos tiempo para la contención. Sólo tenemos tiempo para dedicarnos a la obra de nuestro Padre.
No contendáis con nadie, conducíos como caballeros, con calma y convicción y os prometo que tendréis éxito.
La contención levanta muros y pone obstáculos; el amor abre puertas. Nuestra función es la de ser escuchados y enseñar. No debemos solamente evitar la contención, sino que debemos también asegurarnos de eliminarla.
Liahona agos 1978 pag 8-9
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