Muchos no tienen un lugar para el Señor porque su vida está cargada de pecados y placeres. Otros se han hecho tiempo para procurarse comodidades físicas y para expandir sus oportunidades educativas; sin embargo, a El le han echado fuera.
Algunos han encontrado tiempo para trabajar más horas a fín de acumular posesiones materiales; incluso hay muchos que se han dedicado a multiplicar sus lujos y aimentar su tiempo libre, de manera de poder utilizarlo en más deportes y diversiones; pero no han hecho un lugar para Él.
Han encontrado formas de violar el día de reposo, y, sin embago, no tienen tiempo para el Salvador del mundo, nuestro Redentor y Maestro.
Hoy en día, el Señor está tratando de lograr nuestra atención por medio de las palabras de los profetas, de las Escrituras, de su Espíritu, del testimonio de padres, amigos y maestros fieles; pero aún no encontramos lugar para Él.
No tenemos lugar para Sus enseñanzas y doctrinas porque muchos de nosotros no buscamos una religión de conveniencias; una que no demande tiempo, que no cueste dinero, que no requiera ningún esfuerzo y que se amolde a nuestra vida sin exigir ningún cambio de nuestra parte.
Liahona feb. 1981 pag 131
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